Finalmente, y tras un largo periplo, se ha terminado por concretar la 15º modificación al plan regulador comunal de Concepción (1), lo que en la práctica, regula la altura máxima a construir dentro de la comuna, luego de 2 décadas de imitación del modelo inmobiliario de torres en altura que impera en Santiago.
Los nuevos proyectos deberán acatar aturas máximas que varían entre 5 y 15 pisos, dependiendo de la zona urbana, según una imagen objetivo desarrollada por el departamento de Asesoría Urbana del municipio, y que fue votada por la comunidad a través de una consulta pública. (2)
De esta manera, se está limitando un modelo en pleno apogeo y que es fuertemente defendido por la Cámara Chilena de la Construcción (3) (4), el cual fijó su atención sobre áreas de un centro consolidado (no interesa aportar a las áreas menos desarrolladas), proponiendo una “hiper-densificación” en altura ya bien conocida, y que ha dejado entre otras consecuencias, la demolición de obras que poseían un gran valor arquitectónico (movimiento modero de la ciudad posterior a 1950) (5), para dar paso a una repetición insistente de torres prácticamente iguales entre si, las cuales en su mayoría superan los 20 pisos, dejando largos conos de sombra sobre las ahora eternamente húmedas veredas de Concepción.
Es así como a la fecha, varias agrupaciones ciudadanas, siguen alertando que a pesar de este triunfo en el papel, aún se mantienen vigentes al menos 100 permisos de edificación aprobados (6) que se amparan bajo las antiguas reglas del juego, lo que continuaría con la demolición de otro gran porcentaje del centro.
De seguir avanzando, Concepción se transformaría definitivamente en una nueva ciudad de torres (después de Santiago), desechando por completo las ideas que existieron tras el plan regulador de 1960 de Emilio Duhart y Roberto Goycoolea, y que en esencia buscaban hacer de esta ciudad un polo de desarrollo que discurriera por un carril propio (7) (lo que en la práctica sí ocurrió), lejos de este nuevo impulso de hacer de Concepción una versión provinciana de la Capital.
Tal vez, la homologación del desarrollo al concepto de metrópolis, ha dejado la puerta abierta para una visión distorsionada sobre lo que debería ser una ciudad, donde pareciera que muchas torres altas agrupadas en poco espacio, representaran una especie de triunfo de la sociedad, basándose en una imagen que pareciera justificar toda externalidad negativa de nuestra realidad local, en pro de esta visión. Esta ingenuidad, por insólita que parezca, es defendida incluso por actores académicos locales, que no pretenden ampliar la discusión sobre otras versiones del hacer ciudad, sino que justifican este modelo y se amparan argumentativamente solo en el beneficio de aumentar la oferta de departamentos para vivir en Concepción, pero sin cuestionar el formato, lo que deja en evidencia la falta de independencia de sus opiniones.
La idea de ver a la Ciudad como expresión física de nuestro tiempo, en tanto culminación de las buenas y malas decisiones que nos preceden, lejos de calmarnos en el descanso de la auto-regulación, pone aún más luces de alerta sobre el hábitat en el que nos queremos desarrollar, y nos hace pensar en que hace falta para que esta inquietud permee en las esferas del poder, si queremos efectivamente que sea la ciudad donde la civilización pretenda seguir convergiendo.
Ejemplo brutal de esto, es el centralismo urbano que eclipsa desde Santiago, donde cada una de las capitales regionales del país, intenta a su medida, repetir un patrón capitalino que va dejando a las localidades más alejadas en la completa invisibilidad del desarrollo. No es de extrañar que la pobreza más brutal se encuentre rodeada de los paisajes más extraordinarios, siempre en los bordes de un desequilibrio que no se quiere ver ni abordar, pero que no duda en re-formular aquel espacio del que podríamos tomar algo de orgullo.
El desarrollo desequilibrado de todas nuestras ciudades debería ser prioridad. No se asume un país de pocos habitantes en una gran extensión de territorio, y en lugar de tomar esta realidad como característica, se busca desesperadamente parecer un país hiper poblado, con ciudades que depredan sin descanso todo el patrimonio natural a su alrededor, y que apagan la posibilidad de potenciar a través del desarrollo sustentable, la riqueza cultural que se apareja a nuestra extraordinaria geografía.
Notas
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https://www.conceesconce.cl/2021/04/06/declaracion-por-congelamiento-de-permisos/
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http://revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/635/1031
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http://revistas.ubiobio.cl/index.php/AS/article/view/810/767
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Gustavo Burgos es Arquitecto por la Universidad del Bio Bío. Vive y trabaja en Concepción, Chile. Es además fotógrafo de Arquitectura (www.gustavoburgos.cl)